El Agronegocio y el Estado brasileño: ¿quién se beneficia cuando pasan los bueyes?

Por Karina Kato

Todos los días, de diferentes formas y a través de diferentes canales, oímos hablar del agronegocio en Brasil. Está en los periódicos, en las agendas de investigación de las universidades, en los documentos de los movimientos sociales y en las discusiones sobre políticas públicas (económicas, territoriales, medioambientales, laborales) como una noción auto explicativa y obvia. Pero, al fin y al cabo, ¿qué entendemos por agronegocio, ese ser “algo fantasmagórico”[1] que ya forma parte de nuestra vida cotidiana?

El término agribusiness fue creado en la década del 50, en Estados Unidos, por los autores John Davis y Ray Goldberg (1957), que investigaban las transformaciones observadas en el campo norteamericano a raíz de la aplicación de innovaciones y tecnologías en la agricultura. Su objetivo era reivindicar la elaboración de políticas públicas específicas e innovadoras de apoyo al sector.[2] Pronto, el término pasó a utilizarse en Brasil también en referencia a la agricultura modernizada. Desde los años 70, todavía bajo el régimen militar, aparecieron muchos términos para referirse a la modernización de la agricultura, como “agricultura moderna” o “agricultura capitalista”. Para Beatriz Heredia, Moacir Palmeira y Sergio Leite, investigadores que desarrollaron una importante investigación sobre la sociedad y la economía del agronegocio en Brasil, la noción de agronegocio es “una especie de radicalización de esta visión, en la que el lado “agrícola” pierde importancia y el lado “industrial” es abordado teniendo como referencia no la unidad industrial local, sino el conjunto de actividades del grupo que la controla y sus formas de gestión[3]“. Pronto, los productores y las asociaciones de productores adoptaron la expresión, teniendo como marco la creación en 1993 de la Asociación Brasileña de Agribusiness que, en 2010, se convirtió en la Asociación Brasileña de Agronegocio (ABAG). La asociación surgió para, según ellos, actuar sobre los cuellos de botella del agronegocio y romper con la “miopía” del gobierno brasileño respecto al sector.

El agronegocio suele estar relacionado con la agricultura modernizada, caracterizada por el uso intensivo de la tecnología, por el acortamiento de los límites entre la industria y la agricultura, y por el peso de la gestión profesionalizada en su cadena de producción. Se caracteriza por cuatro pilares: tecnológico, financiero, productivo y organizativo[4]. En el plano tecnológico, tenemos el uso intensivo de la biotecnología y las tecnologías de la información y la comunicación que revolucionaron la producción y las propiedades rurales. El agronegocio es, sobre todo, el control de las grandes corporaciones y los actores financieros sobre las cadenas de producción de commodities destinadas a los mercados internacionales. Las dinámicas en los territorios quedan así muy conectadas con los mercados de futuros agrícolas (Bolsa de Chicago) y son impulsadas por redes opacas de actores que articulan agentes y operadores de los territorios, élites locales y grandes corporaciones y fondos de inversión internacionales. Recientemente, se ha observado el creciente peso de los inversores institucionales (fondos de pensiones, compañías de seguros y fondos de inversión, etc.) y de los instrumentos financieros complejos, en particular los títulos y la titulización (valoración de activos alternativos) que aceleran la mercantilización de la tierra. En lo que respecta a la dimensión organizativa, se observa la incorporación de nuevas herramientas de gestión y la reconfiguración de las prácticas productivas, políticas, sociales e institucionales.

Guilherme Delgado[5], investigador jubilado del Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), que es una referencia en los estudios sobre el agronegocio, nos recuerda que, más que un recorte sectorial de los negocios en el campo y un modelo de producción y gestión, el agronegocio resulta de la asociación del capital concentrado de la agroindustria nacional e internacional con el latifundio, que es una característica de la formación social y económica de Brasil. Así, representa la renovación de las estrategias financieras y productivas de acumulación de capital en la agricultura y la ampliación de las posibilidades de ganancia para las élites, incluyendo en sus “beneficios” a las propiedades “modernizadas” y a las que siguen lucrando con la renta de la tierra. Aunque se hace poco hincapié en los relatos, las grandes propiedades están estrechamente vinculadas al agronegocio, lo que se acentúa en la reciente fiebre por la tierra[6].

Delgado ve el agronegocio como un pacto político-económico que combina la valorización de la tierra, el latifundio y el avance del agronegocio con gran apoyo del Estado. Este pacto se formó a finales de la década de los 90, impulsado por la crisis monetaria de 1999 y el auge de las commodities que convirtió al agronegocio en la principal estrategia económica de comercio exterior y en un importante pilar de las políticas macroeconómicas de los sucesivos gobiernos brasileños. En las zonas de frontera, por ejemplo, la tierra ha sido valorizada por sus aspectos productivos y patrimoniales, lo que en muchos casos puede ir acompañado de la mercantilización y extranjerización de las propiedades rurales, así como de la expulsión de los pequeños productores y de los ocupantes[7].

Notas

Esta misma cuestión fue abordada por Beatriz Heredia, Moacir Palmeira y Sergio Pereira Leite en el texto Sociedade e Economia do “Agronegócio” no Brasil, publicado en la Revista Brasileira de Ciências Sociais (v. 25, n. 74) en 2009.

Maria Luisa Mendonça hace este análisis en el artículo “O Papel da Agricultura nas Relações Internacionais e a Construção do Conceito de Agronegócio”, publicado por Contexto Internacional en 2015.
Heredia et al, 2009, pp. 159-196.

Carla Gras y Verónica Hernández. Agronegócios. En: Diccionario del agro iberoamericano.

Para más información ver el texto del autor “Do capital financiero na agricultura à economía del agronegocio”, de 2012.

Para saber más sobre la reciente fiebre por la tierra en Brasil, ver artículo de Karina Kato y Sérgio Leite publicado en la Revista ANPEGE titulado “Land Grabbing, Financeirização da Agricultura e Mercados de Terras: velhas e novas dimensões da questão agrária no Brasil” (en 2020). Indicamos también el texto de Sergio Sauer y Saturnino Borras, “‘Land grabbing’ e ‘green grabbing’: uma leitura da ‘corrida na produção acadêmica’ sobre a apropriação global de terras” publicado en la Revista Campo Território (2016).

En el texto “Expansión agrícola, precios y apropiación de tierras por extranjeros en Brasil”, publicado en la Revista de Economia e Sociologia Rural (2012), Sergio Sauer y Sergio Leite, demuestran cómo ocurre este proceso.

El agronegocio y su relación con el Estado brasileño

Sin querer minimizar el papel de las grandes corporaciones globales, no podemos hablar del agronegocio sin mencionar al Estado y las políticas públicas que hicieron posible su origen y expansión. A lo largo del tiempo, el Estado se ha apresurado a diseñar políticas macroeconómicas que favorezcan la expansión del sector, a renegociar las deudas de los grandes productores y a coordinar la realización de políticas de infraestructuras (como en el llamado Arco Norte, un arco de corredores logísticos para el flujo de commodities a lo largo de la costa norte de Brasil. También ha ampliado las políticas sectoriales, sobre todo la agrícola y la de la tierra.

En cuanto a las políticas agrícolas, destacamos las recientes iniciativas dirigidas a la ampliación del financiamiento a través de títulos financieros, que amplían el crédito público, que buscan reducir la regulación de los agrotóxicos y las inversiones en investigación y desarrollo, entre otras. Las políticas agrarias, a su vez, han acompañado el avance del agronegocio, destacando la escasa fiscalización y el actual desmantelamiento de la función social de la propiedad, los cambios en los marcos de regularización de la tierra y el bloqueo de la reforma agraria o la titulación de tierras indígenas y de pueblos y comunidades tradicionales.[8] Otro importante apoyo del Estado se ha dado a través de la flexibilización de las políticas medioambientales y laborales.

La articulación de los intereses del agronegocio y de los grandes productores con el Estado se da a través de diversos medios, pero tiene en el Frente Parlamentario del Agronegocio (o bancada rural), que funciona desde 1995, un espacio privilegiado. El Frente tiene como firmantes nada menos que el 40% de la Cámara brasileña y 1/3 del Senado. Una encuesta realizada por el observatorio “De Olho nos Ruralistas” muestra que este grupo está financiado por 38 asociaciones de agronegocios, que concentran grandes grupos empresariales nacionales e internacionales, incluyendo comerciantes, empresas de tecnología, empresas de procesamiento, bancos, etc. (entre ellos destacamos BRFoods, Monsanto, Seara, Bunge, Raizen, Tereos, Phillip Morris, Souza Cruz, Amaggi, Basf, Bayer, Yara, Suzano, Klabin, Rabobank, Santander)[9].

Fotografia: Monocultivos devastando o Cerrado do Oeste da Bahia.
CRÉDITO: Thomas Bauer

Dinámicas recientes del agronegocio en Brasil

En relación con los productos, el agronegocio se concentra en la producción de granos, café, frutas, ganado vacuno, ganado lechero, madera y celulosa, producción de azúcar y alcohol, etc. El reciente fortalecimiento del agronegocio en Brasil ha tenido lugar en un territorio más amplio que el formado por las áreas más “capitalizadas” y modernizadas del Sur y del Centro Sur, extendiéndose e incorporando las llamadas nuevas fronteras agrícolas, particularmente en la Matopiba[10] y en partes de la Amazonia brasileña. El proceso de espacialización de la soja, producto típico del sector y principal artículo de exportación, nos da una buena indicación de su dinámica reciente.

En la Figura 1, elaborada por el Grupo de Estudios sobre Agronegocios, Cambios Sociales y Políticas Públicas (GEMAP), se evidencian dos procesos correlacionados: la expansión del cultivo a nuevas regiones (nuevas “fronteras”); y la consolidación en áreas más “tradicionales” del Sur del país, donde la producción estaba estancada hasta hace poco tiempo. El agronegocio se expande así por medio de la intensificación de la producción en áreas más capitalizadas, aumentando la productividad, las escalas y los costos de producción (incluyendo los precios de la tierra), al mismo tiempo que pone en marcha nuevas fronteras agrícolas al avanzar en nuevas áreas. El crecimiento más rápido en la cantidad de producción de soja se ha observado precisamente en la región norte del país (2.830%, de 2000 a 2018, según la Producción Agrícola Municipal del IBGE, 2020). Manteniendo las especificidades, se percibe un movimiento similar en otros productos como la caña de azúcar, el maíz, el ganado, etc.

FIGURA 1. Área plantada com soja por microrregião (anos selecionados)

El fortalecimiento del agronegocio en el contexto brasileño no puede disociarse de un esfuerzo permanente de construcción de una ideología que lo asocia al interés general: ¡todos somos agro porque el agro es pop! Esta narrativa pretende conectar el sector con una agricultura modernizada, conectada a las ciudades y a la vida moderna, que casi prescinde de la tierra (“recreando” los suelos con la aplicación de insumos) y que valora la sostenibilidad medioambiental por medio de la aplicación de tecnologías de vanguardia. En el 20º aniversario de la institución, el creador de ABAG, Ney Bittencourt de Araújo, ya había identificado como principal obstáculo a enfrentar la superación de las diferencias dentro del sector y la construcción, desde el exterior, de una narrativa fuerte y única que proyectara el agronegocio como “uno” en términos de concepción de políticas públicas, toma de decisiones y difusión de su marca.[11] Regina Bruno, que lleva mucho tiempo investigando el agronegocio, las élites agrícolas y las relaciones de poder en el campo, identifica la preocupación permanente del sector por reposicionar su imagen en la sociedad mediante el fortalecimiento de una narrativa unificadora que enaltezca sus contribuciones económicas (especialmente la garantía de la seguridad alimentaria), sociales y medioambientales[12].

Ney Bittencourt, que además de ser el idealizador y presidente de ABAG cuando se fundó, ya intentaba asociar, en su discurso fundacional, la seguridad alimentaria al éxito del agronegocio. El agronegocio busca legitimarse “fabricando” una imagen que le atribuye la función vital de producir alimentos para un “planeta hambriento”. Esta narrativa, sin embargo, no está libre de contradicciones. Los establecimientos menores y la llamada agricultura familiar siguen desempeñando un papel importante en la producción de alimentos para los mercados rurales y urbanos, además de contribuir al mantenimiento del tejido social en las zonas rurales y al rescate y conservación de tradiciones y culturas alimentarias más diversificadas. Por su parte, el agronegocio sigue teniendo una importante presencia en las exportaciones. En 2020, el sector representaba el 48% de las exportaciones brasileñas[13], especialmente de soja, carne, productos forestales, azúcar y alcohol, cereales, harina y preparados[15]. No es de extrañar que, recientemente, se hable mucho de la inflación arrastrada por los alimentos, como se observa con el arroz, la carne y el aceite de soja, resultado de la combinación de un tipo de cambio valorado con el aumento permanente de las exportaciones de commodities agrícolas. Además, estudios recientes han llamado la atención sobre los daños a la salud derivados de los alimentos producidos con muchos insumos químicos. Cuestionan el hecho de de que Brasil se haya convertido, en los últimos tiempos, en uno de los mayores consumidores de agrotóxicos del mundo y alertan sobre la urgencia de fortalecer formas diferentes y alternativas de realizar la agricultura[16], más conectadas con la naturaleza, con los ecosistemas y con los seres humanos.

El agronegocio también busca construir su discurso en torno a la sustentabilidad. Desde su fundación, la ABAG reforzó la interconexión entre el respeto al medio ambiente y las inversiones y la productividad, asociando la miseria y la ignorancia a la contaminación. Hoy en día esta narrativa se ha radicalizado, situando la protección del medio ambiente como un factor de competitividad, asociado a la eficiencia, la aplicación de tecnologías y la intensificación productiva (land sparing)[17]. Refuerzan así la idea de que son los pequeños y medianos agricultores, con sus técnicas “atrasadas”, los que deforestan y contaminan, mientras que la agroindustria, al optimizar el uso de los recursos, aplicar la tecnología y recrear los suelos, sería el agente de la sostenibilidad por excelencia.

Al contrario del discurso, sin embargo, el avance del agronegocio en el territorio brasileño ha ido acompañado de un aumento de la deforestación. En la actualidad, tres estados concentran más de la mitad de toda la superficie deforestada del país (Pará, Mato Grosso y Amazonas)[18]. La deforestación y el avance de las actividades agrícolas y ganaderas en el Cerrado y la Amazonia coinciden. En un corto periodo de tiempo, de 1985 a 2019, estos biomas sufrieron un intenso cambio en el uso y la cobertura del suelo, que se tradujo en la pérdida de áreas boscosas y en el crecimiento de áreas dedicadas a la producción agrícola y ganadera[19].

Uno de los principales motores de la expansión de las fronteras agrícolas ha sido el agronegocio. La intensificación de la producción en áreas más capitalizadas suele ir acompañada de la expulsión sistémica de aquellos productores que no pueden alcanzar la escala requerida por el nivel de competencia actual. Estos productores buscan otras oportunidades en las nuevas fronteras que se desplazan hacia el Cerrado y la Amazonia Legal. En estas zonas fronterizas, donde suele haber mucha tierra pública no discriminada y designada, el avance del agronegocio va acompañado de la dinámica de la deforestación; la expulsión o compra/alquiler de tierras de los ocupantes y pequeños productores; y el aumento del acaparamiento de tierras.[20] La mayor rentabilidad del agronegocio y la valoración de la tierra, asociada a la instalación de infraestructuras, han hecho de la expropiación y el acaparamiento formas atractivas de aumentar el stock de tierras disponibles en el mercado inmobiliario, a disposición de nuevos inversores. El “paso de los bueyes”, con la reducción de las políticas de control y seguimiento de la deforestación, combinado con la flexibilización de la legislación ambiental, con el vaciamiento y la deslegitimación de las agencias ambientales, es un capítulo importante de estas transformaciones recientes. Los programas de regularización de tierras, como Terra Legal (2009), institucionalizado en la Ley 13.465 (2017), terminan estimulando el acaparamiento de tierras al establecer un horizonte cercano de regularización facilitada.[21]

El avance del agronegocio y los nuevos negocios con la tierra han tenido el efecto de mantener y reforzar la desigualdad de la tierra[22]. Estudios recientes demuestran, con base en los datos del Censo Agropecuario de 2017, una ligera acentuación de la desigualdad de la tierra en Brasil. Dado que el acceso a la tierra restringe profundamente las oportunidades de inclusión social, política y económica en la sociedad, la desigualdad en el acceso y la propiedad de la tierra puede considerarse tanto un resultado como un productor de otras formas de desigualdad. Constituye, por tanto, uno de los principales retos a superar en la construcción de un país más democrático, más justo y más respetuoso con la naturaleza. Por los vínculos presentados, su confrontación nos obligará sin duda a comprender mejor las múltiples dinámicas contemporáneas que fortalecen al agronegocio y, con la supervisión del Estado, reducen la tierra a una mercancía comercializada en los mercados de tierras.

Notas

Cerrado en los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahia.

Ver Caderno Comemorativo dos 20 anos da ABAG, titulado: “ABAG 20 anos: há 20 anos contribuindo para o agronegócio crescer”.

Para más información, sugerimos el texto “Movimento Sou Agro: marketing, habitus e estratégias de poder do agronegocio”, de Regina Bruno (2012).

Según datos del Boletín de la Secretaría de Comercio y Relaciones Internacionales del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (MAPA), en 2016 las exportaciones del agronegocio correspondieron al 46% del total exportado en dólares FOB (Free on board); en 2017 fue del 44%; en 2018 42%; y en 2019 registraron el 43%, destacando la importancia del agronegocio en la balanza comercial brasileña.

Ver: Luciano Nascimento. “Balança Comercial do Agronegocio soma US$ 100,81 bilhões em 2020”. En: Agência Brasil, 13/01/2021.

En 2015, Fernando Ferreira Carneiro, Raquel Maria Rigotto, Lia Giraldo da Silva Augusto, Karen Friedrich & André Campos Burigo organizaron el “Dossiê ABRASCO: um alerta sobre os impactos dos agrotóxicos na saúde”, con el fin de alertar a la sociedad y a las autoridades públicas, a través de estudios científicos, sobre la necesidad de políticas para proteger y promover la salud humana y los ecosistemas.

Se refiere a la estrategia de intensificar la producción en áreas agrícolas, reservando otras áreas para la protección o conservación ambiental.

Para más detalles ver: T. R. de Azevedo; MR Rosa; JZ Shimbo; EV Martins; MG de Oliveira. Relatório Anual de Desmatamento 2019. São Paulo, SP: MapBiomas, 2020. pp. 1-49.

Varios estudios recientes han relacionado el avance del agronegocio con la deforestación y el acaparamiento ilegal de tierras. Para más detalles, sugerimos: Karina Kato; Fábrica Furtado.; O. Aleixo Júnior; Jéssica Siviero. Global Financial Funds, Land Grabs and the (Re)Production of Inequalities: a contribution from Brazil. International Land Coalition, 2020. GRAIN et al. Foreign pension funds and land grabbing in Brazil (2015). Mauricio Torres; Juan Doblas; Daniela Fernández Alarcón. “Dono é quem Desmata”: conexões entre grilagem e desmatamento no sudoeste paraense. Pará. Instituto Agronómico da Amazônia, 2017

 

La desigualdad del acceso a las tierras es una dimensión importante de la formación de Brasil, cuya colonización estuvo marcada por la gran propiedad. Para obtener más información, consulte: R. Hoffmann. A Distribução da Posse da Terra no Brasil, com Resultados Preliminares para 2017 (2019); véase L. F. G. Pinto; V. G. de Faria; et al. Quem são os Poucos Donos das Terras Agrícolas no Brasil: o mapa da desigualdade (2020) y ver; C. A. Wegerif y A. Guereña. Land Inequality Trends and Drivers (2020).

Karina Kato es profesora de la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro (UFRRJ) e investigadora del Grupo de Estudios sobre Agronegocios, Cambios Sociales y Políticas Públicas (GEMAP).

La autora agradece a Sergio Leite (CPDA/UFRRJ) y a Valdemar Wesz Junior (Universidad Federal de Integración Latinoamericana – UNILA) por sus comentarios y sugerencias.

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