Conocimientos que vienen de lejos: usos tradicionales del fuego en el Cerrado y en la Amazonia

Por Angela May Steward, Antônio Veríssimo da Conceição, Fábio Pacheco, Franciléia Paula de Castro, Geraldo Mosimann da Silva y Paulo Rogério Gonçalves

Los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales del Cerrado y la Amazonia son conscientes de que su destino está entrelazado con el de la naturaleza. Basándose en un profundo conocimiento de los ecosistemas locales, desde hace siglos estos pueblos han construido complejos sistemas de producción, compuestos por plantaciones, cría de animales y extractivismo, que garantizan a estas poblaciones una productividad adecuada para la reproducción de sus modos de vida. Al mismo tiempo, promueven la conservación y el aumento de la biodiversidad que manejan. Así, construyen territorios sostenibles que permanecen vivos y productivos a lo largo del tiempo[1], lo que puede comprobarse fácilmente examinando series históricas de imágenes de satélite o visitando las áreas.

El fuego es un componente presente en muchas de las prácticas utilizadas en estos sistemas productivos, gestionado de forma racional e integrado en las formas de vida de estos pueblos y comunidades desde hace varias generaciones. Por lo tanto, las acusaciones de que los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales utilizan el fuego de forma indiscriminada y descontrolada son frívolas e infundadas, y constituyen una cortina de humo para encubrir dónde se originan de hecho la mayoría de los incendios forestales.

El fuego también es empleado en las grandes propiedades del agronegocio, en general, sin un conocimiento acumulado sobre los lugares específicos, y sobre todo sin un compromiso ético para gestionar este importante elemento de la naturaleza. En la mayoría de los casos, la práctica, asociada directa o indirectamente a la deforestación, tiene como objetivo uniformizar el área para la implantación o desmonte de pastos, o como base para la instalación de monocultivos. Además, el fuego también se utiliza para atacar áreas protegidas, como las Tierras Indígenas, los Territorios Quilombolas y los de otras comunidades tradicionales, las Reservas Extractivas (Resex) y los Asentamientos de la Reforma Agraria, como forma de amenazar a estas poblaciones y apropiarse de sus tierras.

Notas

En una perspectiva histórica que lleva en consideración varios siglos, la acción agrícola de los antiguos pueblos indígenas generó paisajes antrópicos conocidos como “Tierras Negras Arqueológicas”, con suelos estables de alta fertilidad y una composición florística distinta de las áreas adyacentes. Ver: Teixeira, W.G., Kern,

Cultivos itinerantes en el paisaje agroforestal

En el Cerrado y la Amazonia, la producción de alimentos se realiza principalmente mediante “roza y quema”. Se trata de un sistema de cultivo[2] basado en la rotación entre las etapas agrícolas (en las que se prepara y cultiva el suelo y se cosechan los productos) y periodos de barbecho[3] de larga duración (de 10 a 20 años), constituyendo parte de la gestión agroforestal del paisaje a largo plazo. Esto permite recomponer el bosque, en asociación con un conjunto de prácticas de gestión para el uso racional del fuego.

En la etapa agrícola, el uso del fuego acelera el proceso de mineralización de la biomasa[4], permitiendo la corrección de la acidez del suelo por las cenizas y promoviendo la disponibilidad de los nutrientes que fueron acumulados por la vegetación arbórea secundaria (vegetación más alta que creció durante el barbecho) para los cultivos que se van a realizar, proporcionando buenas cosechas.

Mientras el barbecho sea lo suficientemente largo como para producir un volumen de biomasa adecuado para el cultivo previsto, el sistema se perpetúa[5]. Es decir, el tiempo de barbecho es clave en este proceso productivo. Un detalle importante es que para la implementación de la “roza y quema”[6] es necesario preparar cortafuegos para evitar la propagación del fuego, una práctica implementada con cuidado y sabiduría por las comunidades para proteger sus territorios.

Existe una gran diversidad de “roza y quema” con cada ecosistema posibilitando un tipo de cultivo con características específicas, que reciben diferentes nombres locales. Sin embargo, todas las variantes de la “roza y quema” comparten la característica de ser una práctica itinerante, de movimiento. La designación de las zonas de las plantaciones para el barbecho permite una gestión lenta y gradual del ecosistema, que viene determinada por sus propias respuestas naturales. Por lo tanto, está directamente relacionado con el uso del territorio por parte de las comunidades tradicionales, indígenas y quilombolas. Si el territorio está fragmentado, la aplicación de las prácticas tradicionales de gestión del paisaje se ve comprometida.

Notas

Sá, T.D.A., Kato, O.R., Carvalho, C.J.R. & Figueiredo, R. O. Queimar ou não queimar? De como produzir na Amazônia sem queimar. En: Revista USP, São Paulo, n. 72, pp. 90-97, diciembre/febrero 2006-2007.

Barbecho es el descanso que se da a una tierra cultivada mediante la interrupción temporal de las actividades o usos agrícolas, ganaderos o forestales, para permitir la recuperación de la capacidad de uso de la tierra.

La biomasa es toda materia orgánica, sea de origen vegetal o animal. La mineralización de la biomasa implica la liberación de sus elementos químicos, por la combustión del material durante la quema, seguida de la acción de los microorganismos presentes en el ambiente. Así, los compuestos químicos se ponen a disposición en forma de nutrientes minerales para las plantas.

Mazoyer, M., Roudart, L. História das agriculturas no mundo: do neolítico à crise contemporânea. São Paulo: Unesp; Brasília: NEAD, 2010.

Cortafuegos es el nombre técnico que se le da a la franja de terreno libre de vegetación, preparada con el fin de romper la continuidad del material combustible, dificultando así la propagación del fuego.

Gestión tradicional del fuego en la "roza y quema" de diferentes agroecosistemas

En el Cerrado, entre las denominaciones de “roza y quema” específicas de los diversos agroecosistemas locales, tenemos, por ejemplo, según la región, “roza y quema de capão” (áreas de bosque alto y seco), “roza de humedales” (campos en los humedales, áreas que permanecen húmedas parte del año pero donde el agua no escurre) y “roza de drenaje” (en las veredas, áreas de bosque de galería inundables). Los estudios realizados[7] sobre las “rozas de drenaje”, que se practican en veredas en un sistema de microdrenaje, demuestran que estas garantizan la supervivencia de muchas plantas cultivadas de reproducción vegetativa durante la sequía y que pueden ser almacenadas y trasplantadas a otras rozas, como la mandioca y el ñame. Cada campo se cultiva de forma intensiva durante un periodo que varía de 4 a 20 años. Los agricultores vuelven al mismo lugar después de un periodo de barbecho que oscila entre 10 y 15 años, lo que permite utilizar el espacio productivo familiar de forma continua durante varias décadas. Además, debido al pequeño tamaño de las parcelas de barbecho (un promedio de 0,4 ha) y al hecho de que estas parcelas se encuentran necesariamente por debajo de la zona de recarga de las veredas, no afectan a la cantidad y percolación del agua, ya que los canales de drenaje solo desvían el agua, y esta sigue hacia el curso de agua principal. También es relevante el hecho de que la práctica del fuego en las veredas para establecer las plantaciones no conduce a la deforestación a escala del paisaje. Por el contrario, favorece la cobertura vegetal arbórea tras el abandono de la actividad agrícola.

En el Pantanal – la mayor planicie inundada del planeta, que tiene el cerrado (sabana) como formación ecosistémica dominante[8] – a lo largo de los siglos, la gestión del agua y del fuego ha garantizado la conservación dinámica de los sistemas agrícolas de las comunidades tradicionales y de los quilombolas. En la porción de Mato Grosso del Pantanal, en la Baixada Cuiabana, las roza y quema utilizados por estas comunidades constituyen prácticas importantes para el ciclo de los nutrientes y la gestión ecológica del ecosistema del Pantanal. Por ejemplo, durante los “Muxiruns” (reuniones comunitarias) celebrados en el Quilombo Morrinhos, en Poconé (MT), el cultivo de tocón permite la gestión natural del ecosistema, sin el uso de insumos químicos (pesticidas y fertilizantes). El uso racional del fuego mediante la técnica de roza y quema[9] garantiza el mantenimiento de la cubierta vegetal del suelo y la biodiversidad local, así como el establecimiento de plantaciones diversificadas. Se mantienen los recursos hídricos existentes, así como sus zonas de protección.

En la Amazonia, los pueblos indígenas, las comunidades tradicionales y los agricultores familiares utilizan la gestión del fuego como una herramienta importante para la gestión integrada de sus sistemas agrícolas tradicionales. Al igual que en el Cerrado, los sistemas amazónicos también implican las fases de conversión del bosque, plantación y barbecho, y se conocen con muchos nombres, entre ellos: agricultura coivara, agricultura de tala y quema, agricultura itinerante y agricultura migratoria.

Los paisajes que surgen de la agricultura coivara están compuestos por un mosaico de agroecosistemas que incluyen plantaciones que albergan cultivos de ciclo medio y corto, montes en diferentes etapas de regeneración, de los cuales algunos son manejados para formar sistemas agroforestales tradicionales, llamados sitios o patios. Estas zonas contienen una diversidad de árboles frutales, plantas medicinales y culinarias, incluidas las hortalizas.

El uso y manejo del fuego integrado con los sistemas de cultivo de roza y quema son prácticas tradicionales comunes llevadas a cabo por varios pueblos indígenas y comunidades tradicionales y granjas familiares en la región amazónica. Estas prácticas se caracterizan por la diversidad, en cuanto a la forma en que los grupos se organizan para trabajar, los tipos de entornos utilizados para el cultivo, así como las diversas cosmovisiones que guían las prácticas y sus conocimientos asociados. Sin dejar de reconocer esta diversidad, es posible esbozar una hoja de ruta general para las prácticas implicadas en los sistemas agrícolas tradicionales de la Amazonia.

A continuación se presentan las etapas que componen la agricultura de roza y quema basada en sistemas encontrados en la Amazonia Central, en ambientes de tierra firme y humedales estacionales, por ejemplo, con énfasis en el uso y manejo del fuego. El objetivo de los campos es la subsistencia de las familias, lo que orienta la lógica de la producción, que es familiar.

Tras la fase de quema, los agricultores plantan yuca y otros cultivos que son cuidados según sus necesidades específicas. Los campos suelen utilizarse de dos a cuatro años y luego se dejan en barbecho. Alternativamente, estas áreas pueden ser gestionadas de forma continua para convertirse en sistemas agroforestales más permanentes, contribuyendo a un paisaje dinámico y diverso.
Notas

Borges, S.L., Eloy, L., Schmidt, I.B., Barradas, A.C.S & Santos, I.A. Manejo do fogo em veredas: novas perspectivas a partir dos sistemas agrícolas tradicionais no Jalapão. En: Ambiente & Sociedade. São Paulo v. XIX, n. 3, pp. 275-300, jul-sept, 2016.

 

 

Porto-Gonçalves, C.W. Dos Cerrados e de suas riquezas: de saberes vernaculares e de conhecimento científico. Goiânia y Rio Janeiro: CPT y FASE, 2019, p. 18.

El término roza y quema se refiere a la práctica de amontonar ramas y troncos no consumidos en la quema inicial de la siembra, para quemarlos nuevamente. Véase: Neves, W.; Murrieta, R.S.S.; Cristina, A.; et al. Coivara: cultivo itinerante na floresta tropical. En: Ciência hoje, vol. 50, núm. 297, pp. 26–30, 2012.

Otros usos tradicionales del fuego: sistemas ganaderos, extractivismo y control del incendios

En el Cerrado, el fuego se utiliza de varias maneras, además de para el cultivo de alimentos, también para el extractivismo, la cría de animales y la gestión medioambiental. En cuanto al agroextractivismo, el uso tradicional del fuego es esencial en la gestión de las áreas productivas, favoreciendo, por ejemplo, el rebrote de la hierba dorada, en Jalapão, Tocantins, y el oeste de Bahía; y las flores perennes, en la Serra do Espinhaço, Minas Gerais.

Además, en las chapadas y sierras que cubren el Cerrado desde el norte de Minas Gerais hasta el sur de Maranhão, pasando por el oeste de Bahía, el sur de Piauí y el noreste de Tocantins, los sistemas de cría de ganado suelto se llevan a cabo mediante el manejo de pastos nativos a diferentes altitudes[10] y tienen el uso del fuego como elemento importante. Estos sistemas combinan el uso de las veredas (en los fondos de los valles) durante la estación seca del año, lo que se conoce en muchas regiones como “refrigero”, y el uso de los “Gerais” (mesetas) durante la estación de las lluvias. Este sistema de cría de animales requiere la quema de los pastos autóctonos para eliminar el pasto seco e inducir un rebrote de mejor calidad nutricional. Según los estudios de la EMBRAPA[11], la quema controlada con el objetivo de mejorar la calidad del forraje ofrecido a los animales parece ser la única herramienta viable para gestionar los pastos autóctonos.

Notas

Gonçalves, A.; Porto-Gonçalves, CW; Aguiar, D.; Monteiro, FT; Lopes, H.; Malerba, J.; Correia, M.; Gonçalves, PR; Britto, S. A Vida entre as Chapadas e os Vales: Comunidades Geraizeiras, Fechos de pasto e Apanhadoras de Flores Sempre Viva. En: Aguiar, D.; Lopes, H. (Org.). Saberes dos Povos do Cerrado e Biodiversidade. 1ed. Rio de Janeiro: Campanha em Defesa do Cerrado e ActionAid Brasil, 2020, pp. 32-65.

Mochiutti, S., Meirelles, P.R.L. & Souza Filho, A.P.S. Queima racional das pastagens nativas de Cerrado do Amapá. Macapá, Embrapa-CPAF-Amapá, 2001. (Embrapa-CPAF-Amapá. Comunicado Técnico, 74).

Manejo Integrado do Fogo. Projeto Cerrado-Jalapão.

Los pueblos indígenas, que son los que más tiempo llevan utilizando el fuego, tienen un profundo conocimiento de sus diferentes usos. Una de las formas de utilizar el fuego es para limpiar y controlar los animales venenosos y las espinas en los caminos y accesos de caza. Otra modalidad es el uso del fuego con fines preventivos y de control, con el objetivo de evitar la propagación de grandes incendios, especialmente durante la estación seca, que se produce de julio a septiembre. La ausencia de fuego controlado en el Cerrado en el momento adecuado puede implicar la acumulación de biomasa, lo que facilita la propagación de los incendios, que pueden alcanzar efectos devastadores en la estación seca.

Sin embargo, la gestión de la biomasa en el Cerrado fue criminalizada durante mucho tiempo. Recientemente se han creado programas formales de Manejo Integrado del Fuego (MIF)[12], tras décadas de reivindicaciones de los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales a los gobiernos. Estos programas definen el MIF como una cuestión compleja que abarca diversos aspectos, desde las características ecológicas de los distintos biomas hasta su uso tradicional para diferentes fines por parte de los distintos pueblos y comunidades. El manejo integrado del fuego busca un equilibrio entre estos diversos aspectos, centrándose en la conservación de la biodiversidad y la protección del clima, además de ofrecer beneficios a las comunidades locales.

El MIF ha sido aplicado con éxito por la Brigada Indígena del IBAMA/Prev-Fogo en las Tierras Indígenas situadas en el Cerrado y en algunas zonas de la Amazonia, en la prevención de incendios forestales y en la protección de bosques ribereños, manantiales, granjas, aldeas, pastos, cercas, redes eléctricas, áreas de recolección y cría de animales en las Tierras Indígenas. Por ejemplo, desde 2015 la quema controlada de cultivos en las Tierras Indígenas del Estado de Tocantins ha sido realizada por los Brigadistas Indígenas del IBAMA/Prev-Fogo.

En general, el manejo de la biomasa por parte de los pueblos indígenas en el Cerrado sigue el siguiente patrón, basado en un profundo conocimiento de sus territorios y ecosistemas locales:

Un conocimiento de convivencia con los ecosistemas que persiste a pesar de los ataques

Las recientes acusaciones que señalan al uso del fuego por parte de los agricultores familiares, los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales como culpable del aumento de los incendios forestales en la Amazonia representan una continuidad de las ideas prejuiciosas sobre la agricultura itinerante, que siempre se ha construido como “primitiva” desde una perspectiva desarrollista. Durante más de cinco décadas, los agentes estatales han recomendado la sustitución de la agricultura itinerante por algo más “moderno”, sin comprender plenamente los sistemas y los impactos ambientales que conlleva[13].

En contra de las críticas, los sistemas tradicionales de agricultura itinerante han demostrado ser productivos simplemente porque siguen manteniendo a millones de familias que viven en contextos socioeconómicos diversos. También producen paisajes complejos caracterizados por altos niveles de biodiversidad, que es mantenida por los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales. Basándose en estos aspectos, los defensores de las prácticas agrícolas que utilizan el fuego abogan por su inclusión en las políticas públicas de agricultura, incluso en las denominadas zonas protegidas.

De este modo, el uso del fuego forma parte de un sistema que debe entenderse como una forma de gestión tradicional de los bosques y de la vegetación autóctona a largo plazo, lo que contrasta con los procesos de deforestación practicados por los ganaderos y acaparadores para el establecimiento de pastos permanentes para la ganadería.

Los ribereños y los pueblos tradicionales de la región de Solimões medio, en el Amazonas, señalan que el fuego desempeña un papel esencial en la apertura de áreas para los cultivos y en la nutrición del suelo.

No comparten la opinión de que el fuego degrada por sí mismo los suelos y explican que el uso repetido sin respetar el periodo de barbecho es lo que hace que las tierras[14] se “cansen”. Estudios recientes[15] corroboran la opinión de los agricultores al afirmar que, cuando se practican en su “forma tradicional”, a pequeña escala y con tecnologías de bajo impacto, los sistemas itinerantes son sostenibles. Una revisión de la literatura global sobre los impactos de la roza y quema en los suelos[16] enfatiza esta posición, identificando que esta práctica “no sería insostenible per se en relación con la dinámica del suelo”. Son los determinantes demográficos, como el crecimiento de la población y la urbanización en contextos de fragmentación territorial, unidos a los cambios climáticos y medioambientales, los que pueden amplificar las presiones sobre las sociedades que practican la agricultura itinerante. Si estos factores inducen cambios en el uso de la tierra, como el aumento del número de ciclos de cultivo y la reducción de los periodos de barbecho, la resistencia de estos sistemas puede verse comprometida.

Lamentablemente, el avance de la frontera agrícola -a menudo mediante la ocupación ilegal de tierras tradicionalmente ocupadas por pueblos y comunidades- y de las actividades económicas ilegales, como la minería y la explotación forestal, ha provocado presiones para la degradación del medio ambiente y la restricción del uso o la fragmentación de los territorios. Un ejemplo específico reciente es el aumento de la propagación del fuego utilizado para establecer cultivos en los bosques que rodean a las comunidades donde residen los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales. Los habitantes de la RESEX Tapajós-Arapiuns, en Pará, informan de que diversas transformaciones -entre ellas la degradación de los bosques por las actividades de los madereros clandestinos y los cambios climáticos locales (aumento del calor y modificación de los regímenes de lluvias)- contribuyen al aumento de los incendios accidentales provocados por las actividades agrícolas, que sin embargo siguen siendo estrategias esenciales para la supervivencia de las familias.

Hay que señalar que la duración del barbecho, base de todos los sistemas de cultivo itinerante, está ligada a la garantía de posesión y uso de los territorios por parte de sus poblaciones, así como al mantenimiento de los procesos de transmisión de conocimientos y prácticas agrícolas, extractivas y de gestión del paisaje (transmisión oral, a través de la experiencia práctica diaria, etc.). Siempre que se mantengan las bases sociales, territoriales y medioambientales para su continuidad, los agroecosistemas tradicionales pueden seguir siendo productivos a largo plazo. Por lo tanto, las acusaciones de que el uso del fuego por parte de los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales es responsable de la intensificación de los incendios forestales o provoca la destrucción del medio ambiente y la pérdida de biodiversidad son falsas y frívolas y, en la práctica, sirven de cortina de humo para encubrir el origen de la mayoría de los incendios forestales.

Tal y como se utiliza en muchas grandes propiedades del agronegocio o en las tierras públicas de las que se apropia el agronegocio, el fuego -asociado a la deforestación y al acaparamiento de tierras- también se utiliza (junto con otros ataques) como instrumento para violar las Tierras Indígenas, los territorios quilombolas y otras comunidades tradicionales, las Reservas Extractivas (Resex) y los Asentamientos de la Reforma Agraria y, de este modo, amenazar y expulsar a las poblaciones locales y apropiarse de sus tierras.

Notas

Padoch, C.; Pinedo-Vasquez, M. Saving Slash-and-Burn to Save Biodiversity. Biotropica, v. 42, núm. 5, pp. 550–552, 2010.

Sobre las percepciones, ver: Steward, A.M.; Rognant, C. y Brito, S.V. Roça sem fogo: a visão de agricultores e técnicos sobre uma experiência de manejo na Reserva de Desenvolvimento Sustentável Amanã, Amazonas, Brasil. En: Biodiversidade Brasileira, v. 6, núm. 2, pp. 71–87, 2016.

Kleinman, P.J.A.; Pimentel, D. & Bryant, R.B. The ecological sustainability of slash-and-burn agriculture. Agriculture, Ecosystems & Environment, v. 52, núm. 2, pp. 235-249, 1995.; Pedroso Júnior, N. N.; Murrieta, R.S.S. & Adams, C. The slash-and-burn agriculture: a system in transformation. En: Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas, vol. 3, núm. 2, pp. 153–174, 2008.

Ver página 720 de: Ribeiro Filho, A.A., Adams, C. & Murrieta, R.S.S. The impacts of shifting cultivation on tropical forest soil: a review. Impactos da agricultura itinerante sobre o solo em florestas tropicais: uma revisão. En: Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi. Ciências Humanas, vol. 8, núm. 3, pp. 693–727, 2013.

Durante siglos, los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales del Cerrado y la Amazonia, basándose en su intenso conocimiento de los ecosistemas locales, han elaborado y gestionado sabiamente complejos sistemas de producción agrícola , de extracción, de cría de animales y de prevención de incendios. El fuego es un elemento importante de las prácticas utilizadas en estos sistemas y está integrado en los estilos de vida de estos pueblos y comunidades, asegurando una productividad adecuada para la reproducción de sus formas de vida. Esta forma de gestión del paisaje contribuye a mantener o incluso a aumentar la biodiversidad.

Es fundamental conocer las bases del uso del fuego y las prácticas tradicionales específicas utilizadas en los sistemas agroextractivistas, de cría de animales y de gestión del paisaje, para combatir su criminalización, promover la agroecología y responsabilizar a los que violan los derechos.

Angela May Steward es profesora e investigadora del Instituto Amazónico de Agricultura Familiar, Universidad Federal de Pará – INEAF/UFPA

Antônio Veríssimo da Conceição es un líder indígena y activista medioambiental, Aldea Cocalinho, Terra Apinajé, Cachoeirinha – TO

Fábio Pacheco es coordinador del Programa de Agroecología de la Associação Agroecológica Tijupá – MA

Franciléia Paula de Castro es agrónoma y educadora de la Federação de Órgãos para Assistência Social e Educacional – FASE em Mato Grosso

Geraldo Mosimann da Silva da Silva es agrónomo, investigador y consultor independiente, Belém – PA

Paulo Rogério Gonçalves es técnico de la Associação Alternativas para a Pequena Agricultura no Tocantins – APATO

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